jueves, 22 de agosto de 2013

El Ché: ¿vestirlo o sentirlo?


Por BIOHAZARD

Ernesto Guevara vive más allá de pullovers y mochilas
Vestir al Ché no es lo mismo que sentirlo. Ponerse un pulóver con una foto del Ché no significa que entendemos al Guerrillero.

Durante mucho tiempo, en Cuba y en el exterior, las imágenes del Ché, esa famosa donde parece Dios en vez de Hombre, y otras menos conocidas, se han reproducido hasta la saciedad. Camisas, pulóveres, gorras, pañuelos, bolsos, pulseras, tenis, banderas, ceniceros, tarjetas… tantos y tantos productos de consumo… tiene al Ché abarrotando el mercado. ¿Acaso no se corre el riesgo de convertir al Ché… en una marca?
La esfinge de Ernesto Guevara constituye un símbolo, uno de esos a las que se le llama ÍCONOS. Gracias a su cara reproducida en serie se ingresan cada año miles y miles de dólares, porque esos productos son caros y ni siquiera se venden en moneda nacional.

Aquí hay varios puntos rojos. La imagen se torna ya más importante que el hombre mismo, más sobresaliente que su pensamiento y su legado. Una tienda de ARTEX, o del Fondo Cubano de Bienes Culturales, o de artesanos textiles, siempre con precios en divisa, parecen altares al Ché… pero lo mismo ocurre en otros lugares del mundo con rostros menos merecedores de tal premio, como Hanna Montana, los RBD o cualquier futbolista o reguetonero del momento. ¿Queremos al Héroe de la Boina entre tales sujetos?

El Ché no es, porque no debe serlo, un producto comercial, ni de moda. Lo mejor que puede vestirse del Ché no es su imagen, sino su alma de hombre justo, de luchador, de eterno rebelde de nobles empeños.

Por desgracia, no es esta la única malversación de la imagen del Ché. A otras dedicaremos próximos fogonazos de los Franco… tiradores.

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